¡Mujeres arriba! Entre la legitimidad y la irracionalidad
¿Recuerdan el cuento de Blanca Nieves? Ah, pero seguramente
no saben que un día los siete enanos regresaron a casa y encontraron empolvados
los muebles, sucia la mesa y mugriento el piso. Se dirigieron a la cocina… ¿y
qué creen? La comida no estaba hecha. Enfurecidos, empezaron a buscar a Blanca
Nieves por todos los rincones de la casa, pero su esfuerzo no rindió frutos.
Lanzaron improperios en su contra y se dirigieron al pueblo. Cuando iban en
camino, advirtieron que venía llorando, asustada y lastimada. A duras penas, la
joven logró musitar que, en su afán de buscar comida, la habían asaltado y
golpeado al pie de la colina. En vez de arroparla y consolarla, los enanos le
recriminaron enfurecidos por no haberse quedado en casa a cumplir sus
quehaceres.
Esta historia, así alterada, es una analogía de la realidad
que todavía experimentan muchas mujeres, sobre todo en zonas marginadas y de pronunciado
rezago social. No solo son objeto de violencia en lugares públicos, sino
también en su propio hogar.
Sin embargo, hay que reconocer que la lucha por la equidad de
género y el respeto a los derechos humanos de las mujeres ha dejado buenos
dividendos.
Con el paso de los años, son más las mujeres que acceden a la
educación. En México, ellas representan casi la mitad de la matrícula del
sistema educativo nacional y la tasa de deserción es menor en mujeres que en hombres.
También es más frecuente que incursionen en carreras profesionales que antes
estaban reservadas a los varones.
Su eficaz desempeño laboral les permite acceder a posiciones
estratégicas en empresas e instituciones, y la lucha por la igualdad salarial mejora
en forma gradual.
Hay que reconocer que no ha sido fácil para ellas. La ruta
hacia el respeto y la equidad es sinuosa y el trecho que falta es todavía
largo.
Su condición de mujeres las hace biológicamente más
vulnerables y es obligación de todos salvaguardar sus derechos. Pero en medio
de un clima de pronunciada violencia y crispación social, no son las únicas que
resultan afectadas, pues esta vorágine criminal que acecha al país lo mismo
lacera a mujeres que a hombres.
No es permisible, por lo mismo, que levanten la voz con la
bandera de sus garantías en una mano y el garrote en la otra, porque infligen
daños a inocentes que tiene el derecho a transitar, trabajar y prosperar.
Sus marchas son legítimas, pero sus reacciones virulentas son
ilegales. Hay quienes han defendido hasta el despropósito de sus actos
vandálicos, bajo el argumento de que es la única manera de hacerse escuchar.
Disculpen, pero no se puede disipar la barbarie acentuando los factores nocivos
que la provocan.
Yo no las quiero iguales a los hombres, porque está visto que
son capaces hasta de replicar la irracionalidad de su fuerza. Las quiero
inteligentes como son, estrategas, apasionadas por conseguir sus metas,
sensibles, profesionales y ejemplares. Las quiero salvas de las manos
insensatas y cabezas desequilibradas de muchos hombres a los que, por cierto, algunas
de ellas imitaron el pasado viernes 16 de agosto.
Reitero, su lucha es justa y su voz legítima, pero su imprudencia
termina por manchar hasta la blancura de Nieves, sí, la jovencita del cuento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario