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19 de mayo de 2010




Campañas políticas, medios virtuales y redes sociales

Mario Cerino Madrigal

Las redes sociales e Internet son la principal novedad de las campañas políticas modernas. Ello no quiere decir que los actos políticos o la forma tradicional de hacer campañas hayan desaparecido por completo, pero poco a poco el fervor de los electores parece medirse más por el número de seguidores en Facebook o Twitter o por el de las personas que consultan los portales de Internet.

La pregunta que de manera súbita viene a la mente es si el número de seguidores por las redes sociales se traducirá en votos.

Hoy, como se prevé ocurra mayormente en el futuro inmediato, se comienzan a hacer presentes las redes sociales (como Facebook, Twitter, Hi5, Sonico, entre otras) en el marco del ejercicio de una campaña, aunque no se sabe a ciencia cierta si esto será un factor fundamental para definir el sentido del voto, es decir, si las redes virtuales puedan contribuir de manera decisiva al triunfo o la derrota de un partido político; se presume que al menos en el corto y mediano plazo no, pero se trata solo de un vaticinio.

Lo innegable es el conjunto de bondades que los medios virtuales ofrecen. Véase, como un caso ilustrativo, la campaña política que realizó el actual presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, cuando aún era candidato, explotando al máximo el uso de las redes sociales y de los mensajes por correo electrónico para plantear sus propuestas y, sobre todo, atraer la simpatía y benevolencia de los jóvenes, el sector más numeroso de la población y quienes son más afines a estas herramientas.

En el caso mexicano, hasta 2009 no existían registros de que hubiera crecido significativamente el uso de las redes sociales en una campaña política; en efecto, las redes fueron usadas por candidatos y partidos para las elecciones de algunos estados, en casos que fueron excepcionales. En cambio, sí se explotó Youtube de manera amplia, pues un sinnúmero de videos de las campañas eran colgados cotidianamente a la red.

La crítica más frecuente contra Internet como herramienta de movilización es el número reducido de usuarios. Es cierto, en México por ejemplo los cerca de 200 mil twitteros quizá no hagan la diferencia aritmética en una elección, aunque su capacidad de acceso a información los convierte en usuarios clave como promotores activos de una campaña, por lo que no le vendría mal a cualquier candidato ganar en este segmento el mayor número de apoyos.

Se pronostica que el 2012 será el año en que el proceso electoral determine el grado de impacto e incidencia de las redes sociales en el éxito de un candidato a un cargo de elección popular.

Dentro de un lustro, las redes sociales serán por demás eficaces en las elecciones, y quizá hasta determinantes para ganar o perder, siempre y cuando a través de ellas se pueda generar sorpresa y provocación en el flujo de la audiencia para producir reacciones que a su vez generen otras y así ir multiplicando el efecto. El mensaje tiene que ser provocador para ser efectivo.

A sabiendas de esto, hoy vemos a los partidos políticos y a sus militantes usar con más frecuencia las plataformas virtuales y la Web social como canales alternativos de comunicación política, con el afán de consolidar una estrategia electoral como medio de promoción y representación ideológica.

Finalmente, a manera de corolario, quiero presentar mis consideraciones sobre algunos inconvenientes que, sobre todo desde el enfoque legal, tiene la utilización de estas herramientas en México.

En virtud de que el uso de los medios virtuales no se encuentra reglamentado por la autoridad electoral, éstos pueden ser escaparate para que los candidatos y sus simpatizantes hagan del denuesto una práctica recurrente, que la regulación reprime en otros medios electrónicos como la radio y la televisión.

También estos medios representan un gran boquete en cuanto a la posibilidad de prohibir la difusión de contenidos electorales de corte propagandístico a favor de alguna persona en tiempos no electorales. Cabe decir que en estos casos la regulación siempre será muy complicada y poco pertinente, sobre todo porque muchos de los contenidos se derivan de conexiones entre diversos nodos o servidores, que tal vez ni siquiera están en el país.

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