Lamentable la salida de Carmen Aristegui de MVS Radio. Como legado nos queda un vacío informativo y la falta de elementos que permitan configurar una perspectiva crítica de la realidad mexicana.
Cierto, difundir en aras de la libertad de expresión el hecho noticioso que según ella dio pie a su salida –supuesto problema de alcoholismo del Presidente de la República tras una manta exhibida por diputados del PT- no debiera ser motivo de coerción ni mucho menos de persecución.
Cierto también, la Presidencia de la República debe responder.
Sin embargo, hay que decirlo, es infausta la declaración de Aristegui en torno a que su salida fue “un hecho autoritario, desmedido e inaceptable… sólo imaginable en las dictaduras”. Ella mejor que nadie sabe, porque se ha amparado en ese derecho, que en México se dice en medios lo que se quiere y muchos periodistas abusan de esa libertad para convertir hasta los rumores en hechos sensacionalistas. Nos hemos olvidado de que la deontología periodística no es un pase de entrada para denostar sin medida, sino un mecanismo de autorregulación para fijar límites y evitar la omnipotencia de algunos comunicadores, aspiración por la que todavía seguimos luchando.
10 de febrero de 2011
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