¿Rumbo a las 10 plagas?
Tal vez en algún momento nos hemos
acercado a un texto histórico que, por su condición bíblica, resulta
inverosímil para algunos investigadores, debido a sus inconexiones. Me refiero
a las diez plagas que se zarandearon al pueblo egipcio. Hay quienes afirman que
en realidad se trató de una serie de cataclismos naturales, ocurridos unos tras
otros.
Pese a que la historicidad de la biblia
siempre ha sido un tema conflictivo, deberíamos considerar que cuando los
textos que la componen fueron escritos, la historia, como género literario, no
tenía las características que hoy le conocemos, por lo que la comparación puede
resultar equivocada, un anacronismo, porque este importante libro fue redactado
con esquemas conceptuales totalmente diferentes a los de ahora.
En mi caso, como a veces suelo
acostumbrar, utilizo libros y referentes históricos para plantear analogías y
reflexiones de las que podamos sacar aprendizajes valiosos. Vayamos al punto:
Fueron la incredulidad y la desobediencia
egipcia, aunadas a la soberbia del faraón, algunas de las causantes de aquellos
terribles males. Indisciplina, escepticismo, arrogancia.
Sin que se considere un acto de justicia
divina (por favor, no lo tomen así), ni tampoco una perorata religiosa, por acá
llevamos la mitad del año y nos han azotado algunas adversidades.
Les cuento al menos 8:
1) La pandemia, que particularmente a los
tabasqueños nos atrapó en un limbo del que todavía no hay visos de salida, pese
a los mensajes optimistas de las autoridades que, por supuesto, yo comparto,
pero de poco sirven para atenuar la difícil situación que vivimos. En esta
semana, las cifras de contagios por día –más, menos- han promediado 300 casos.
2) La falta de sensibilidad y el morbo social
que estigmatiza a muchas personas contagiadas de coronavirus. Se trata de una
de las variables que orilla a algunas personas a ocultar su condición de
portadoras del virus para evitar señalamientos, pese a que pueden comprometer
la salud de los demás.
3) La economía local infectada por el
coronavirus, que la ha puesto en coma. No hay que perder de vista que en
Tabasco el 40% de la población ocupada trabaja en comercios, restaurantes y servicios
de alojamiento. Es lógica la urgencia de tratar de hacerla respirar, pero en un
entorno donde el aire todavía está muy contaminado, lo que podría acarrear un
desenlace nada deseable.
4) La oleada delictiva que no cesa y cobra
rostro en ejecuciones, asaltos con violencia y crímenes de mujeres y menores.
5) Los temporales que días atrás azotaron al
estado y provocaron inundaciones en algunas zonas, con afectaciones a miles de
tabasqueños, particularmente en los municipios de Balancán y Teapa.
6) La difícil situación por la que hoy atraviesan
los habitantes de Villahermosa, con la provisión de agua turbia y fétida que
representa una seria amenaza a su salud, en tiempos donde el cuidado de la
higiene es vital.
7) El temblor de 7.5 grados, con epicentro en
Oaxaca, que este martes 23 de junio se hizo sentir en el país y provocó alarma
entre los tabasqueños.
8) La gigantesca nube de polvo del desierto del Sahara, impulsada por fuertes vientos que la hacen desplazarse por todo el Océano Atlántico hasta varios puntos de nuestro continente, entre ellos México.
Tal vez en sus mentes circulen otras dos para completar la decena, quizá aún vengan; yo, espero que ahí quede todo.
8) La gigantesca nube de polvo del desierto del Sahara, impulsada por fuertes vientos que la hacen desplazarse por todo el Océano Atlántico hasta varios puntos de nuestro continente, entre ellos México.
Tal vez en sus mentes circulen otras dos para completar la decena, quizá aún vengan; yo, espero que ahí quede todo.
Si se trata de salir venturosos, no
imitemos al pueblo egipcio, sino a los israelitas de hace milenios. Así, debería
alentarnos que, según se cuenta en una de las historias más deslumbrantes de la
humanidad, cuando el pueblo hebreo huyó de Egipto tuvo una larga travesía por
el desierto, pero después de tantas aflicciones salió airoso.
Claro, para que esta epopeya dramática
tuviera un desenlace feliz, hubo que cumplir al menos dos condiciones. La
primera, fortaleza y solidaridad entre ellos.
La segunda, la presencia de un líder que,
como lo definió Paul Johnson en su libro “La historia de los judíos”, al
referirse a Moisés, tenía la capacidad de prever fenómenos complejos para poder
planear y trataba de adaptar el idealismo más intenso a las medidas del
estadista práctico.
Por ello, siempre he dicho que debemos
tener cuidado con andar reeditando historias del pasado sin conocerlas bien.
Nadie debería jugar a ser Moisés con un perfil superficial.
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