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7 de mayo de 2020


Tabasco, elogio a la terquedad
Como si los modelos matemáticos fueran predictivos del comportamiento humano, las autoridades sanitarias estimaron que esta semana sería la de mayores contagios de coronavirus. No obstante, puesto que gran parte de los tabasqueños experimenta una suerte de desdén por los efectos nocivos de la pandemia, los días cruciales pueden ser los que restan de esta semana, o los de la semana próxima, o tal vez el mes siguiente. Lo que quiero decir es que resulta poco seguro predecir el momento en que se presentarán una o varias oleadas incontenibles de contagios. Con los tabasqueños no se sabe, porque lo mismo da desgastarse en invocaciones a su sensibilización o imponerles medidas severamente restrictivas para su movilidad, si su naturaleza terca, tozuda e indisciplinada le vale para un día aglomerarse en una pizzería y otro para atestar los supermercados.
Exceptuando a quienes tienen la necesidad de salir por cuestiones de trabajo o una emergencia, muchos tabasqueños, como en la famosa fábula de las dos cabras contada por Esopo, han decidido abandonar el rebaño para sentirse libres, llevando consigo la carga de la irresponsabilidad que, esperemos, no tenga más desenlaces fatales.
El relato del fabulista griego ilustra la terquedad de manera elocuente:
Dos cabras, ansiosas por vivir en libertad, abandonaron sus rebaños y bajaron las montañas, por diferentes lados, hasta la orilla de un río. Debido a una extraña coincidencia, se encontraron en lados distintos del río, separadas por un tronco de árbol que hacía de puente sobre el ancho del afluente.
El tronco era demasiado estrecho y solo podía pasar un animal o persona a la vez (algo así como lo que ahora nos piden para entrar a muchos lugares a hacer nuestras compras).
El caso es que las dos cabras se miraron y como eran muy testarudas decidieron avanzar por el tronco al mismo tiempo; cuando se encontraron frente a frente, ninguna quiso ceder el paso a la otra. Allí se quedaron horas y horas sin que ninguna retrocediera, hasta que, en un determinado momento, el tronco empezó a romperse debido al peso de las cabras, y ellas acabaron cayéndose al río.
No es deseable que el peso de tanta gente que sin sentido satura los lugares públicos termine por hacer frágil o quebrantar el sistema de salud. La fase de confinamiento durará tanto como nuestro nivel de conciencia lo permita, porque el mal ejemplo de Tabasco en esta contingencia demuestra que un eventual y progresivo regreso a las actividades puede elevar los riesgos, sobre todo sin una idea más precisa del volumen de contagios. Recordemos que las estadísticas diarias no son resultado de pruebas masivas.
Aun así, en medio del sombrío baile de cifras, en nuestro estado la tasa de letalidad es hoy de 13.6%, esto significa que de cada 100 personas que se reportan infectadas, 14 terminan por perder la vida. Para darnos una idea de la complejidad del problema, en México el promedio de este índice es de 9.7%, mientras que Italia, uno de los países europeos más afectados, registró en la segunda quincena de abril una tasa de letalidad de 12.6%.
Es indiscutible que si la contingencia sanitaria se agudiza, la economía local está en camino a ser de las más golpeadas y las medidas de recuperación se antojan complicadas. La pregunta es: ¿estaríamos dispuestos a apostarle a la pronta reactivación de la economía, aun cuando la medida pueda acarrear más contagios y decesos? Miren que en Estados Unidos ya pretenden flexibilizar las reglas de quedarse en casa y los científicos estiman que esa decisión provocaría que en agosto el número de muertes se incrementara a 135 mil.
Por cierto, la moraleja de la Fábula de Esopo es simple y categórica: “Es más sabio cooperar que ser obstinado”.


1 comentario:

  1. Excelente, Mario. Buena prosa. Y buen planteamiento para estos aciagos días.

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