Tabasco, elogio a la terquedad
Como
si los modelos matemáticos fueran predictivos del comportamiento humano, las
autoridades sanitarias estimaron que esta semana sería la de mayores contagios
de coronavirus. No obstante, puesto que gran parte de los tabasqueños experimenta
una suerte de desdén por los efectos nocivos de la pandemia, los días cruciales
pueden ser los que restan de esta semana, o los de la semana próxima, o tal vez
el mes siguiente. Lo que quiero decir es que resulta poco seguro predecir el
momento en que se presentarán una o varias oleadas incontenibles de contagios.
Con los tabasqueños no se sabe, porque lo mismo da desgastarse en invocaciones
a su sensibilización o imponerles medidas severamente restrictivas para su
movilidad, si su naturaleza terca, tozuda e indisciplinada le vale para un día
aglomerarse en una pizzería y otro para atestar los supermercados.
Exceptuando
a quienes tienen la necesidad de salir por cuestiones de trabajo o una
emergencia, muchos tabasqueños, como en la famosa fábula de las dos cabras
contada por Esopo, han decidido abandonar el rebaño para sentirse libres,
llevando consigo la carga de la irresponsabilidad que, esperemos, no tenga más
desenlaces fatales.
El
relato del fabulista griego ilustra la terquedad de manera elocuente:
Dos
cabras, ansiosas por vivir en libertad, abandonaron sus rebaños y bajaron las
montañas, por diferentes lados, hasta la orilla de un río. Debido a una extraña
coincidencia, se encontraron en lados distintos del río, separadas por un
tronco de árbol que hacía de puente sobre el ancho del afluente.
El
tronco era demasiado estrecho y solo podía pasar un animal o persona a la vez (algo
así como lo que ahora nos piden para entrar a muchos lugares a hacer nuestras
compras).
El
caso es que las dos cabras se miraron y como eran muy testarudas decidieron
avanzar por el tronco al mismo tiempo; cuando se encontraron frente a frente, ninguna
quiso ceder el paso a la otra. Allí se quedaron horas y horas sin que ninguna
retrocediera, hasta que, en un determinado momento, el tronco empezó a romperse
debido al peso de las cabras, y ellas acabaron cayéndose al río.
No
es deseable que el peso de tanta gente que sin sentido satura los lugares
públicos termine por hacer frágil o quebrantar el sistema de salud. La fase de
confinamiento durará tanto como nuestro nivel de conciencia lo permita, porque
el mal ejemplo de Tabasco en esta contingencia demuestra que un eventual y
progresivo regreso a las actividades puede elevar los riesgos, sobre todo sin
una idea más precisa del volumen de contagios. Recordemos que las estadísticas
diarias no son resultado de pruebas masivas.
Aun
así, en medio del sombrío baile de cifras, en nuestro estado la tasa de letalidad
es hoy de 13.6%, esto significa que de cada 100 personas que se reportan infectadas,
14 terminan por perder la vida. Para darnos una idea de la complejidad del
problema, en México el promedio de este índice es de 9.7%, mientras que Italia,
uno de los países europeos más afectados, registró en la segunda quincena de
abril una tasa de letalidad de 12.6%.
Es
indiscutible que si la contingencia sanitaria se agudiza, la economía local
está en camino a ser de las más golpeadas y las medidas de recuperación se
antojan complicadas. La pregunta es: ¿estaríamos dispuestos a apostarle a la
pronta reactivación de la economía, aun cuando la medida pueda acarrear más contagios
y decesos? Miren que en Estados Unidos ya pretenden flexibilizar las reglas de
quedarse en casa y los científicos estiman que esa decisión provocaría que en
agosto el número de muertes se incrementara a 135 mil.
Por
cierto, la moraleja de la Fábula de Esopo es simple y categórica: “Es más sabio cooperar que ser obstinado”.
Excelente, Mario. Buena prosa. Y buen planteamiento para estos aciagos días.
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